opereta inconculsa

El pastor dormita con un ojo entreabierto, no hay mejor lugar que bajo una encina, mira a su burra, la imagen se nubla, poco a poco el pastor va cerrando los ojos...
Bella platera, a la que Juan Ramón de haber nacido años después, habría dedicado su libro, ojos azabache, pelambre de luna. Digna heredera de los caballos que corrían en libertad por las tierras de Tesalia, cuna de héroes. En tus venas tal vez la sangre de Aquiles, el de los pies ligeros, corra. Burra, burrita, que de ser humana sería la más bella de las mujeres, de las diosas, más que Helena, más que Venus, Dido, casta o libidinosa según se quiera hacer cornudo o no a Eneas, fundador de Roma. Borriquilla sonriente, siempre dispuesta, siempre obediente, con las orejas puntas que miran al sol, la luna, las estrellas. Sucesora ilustre de la pequeña burra que adorna belenes. Borrica fiel, tesonera, dulce, suave como hierba de primavera.
..la imagen nublada se desvanece poco a poco, el pastor abre los ojos, salta del suelo, silba a los perros, mira a la burra, sonríe.
-¡Ondia!, vámonos Lucera, si vieres que cosas he soñao.
El pastor monta sobre la burra, burra suave y ligera, y comienza a encaminarse hacia el establo. Allí esperan las vacas que les abra, quieren volver a entrar, andan ya cansadas de vagar rumiantes por la pradera.
Llega ya el pastor, las vacas impacientes, y alguien asoma la cabeza desde el establo. La burra detiene sus pasos ligeros y gira, en giro inusitado tal vez y poco realista, la cabeza hacia el pastor, que mira sorprendido a esas figuras extrañas que intentan salir del establo.
Es como si los espantapájaros que tenía guardados para la siembra hubieran cobrado vida, como algo mágico, como pasa en los sueños.
Un espantapájaros, con voz estridente, pide auxilio. El pastor, salta desde la burra, los espantapájaros son buenos, ayudan a los humanos, corrió a socorrerles, algo les pasaba y era un buen momento para devolver favores de antaño.

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