Tal vez era Gómez de la Serna el que contaba eso de que había un picador, llamado Ramón ‘el Agujetas’ quien , además de varilarguero, era cerrajero en el barrio de Lavapies, que no se cansaba de repetir, una y otra vez, la conocida frase de que él era “esclavo de sus palabras pero dueño de sus silencios”. Y la repetía y repetía viniese o no a cuento, se la había oído antes a otro Ramón, Valle-Inclán, que a su vez, tal vez, se la hubiese oído o leído a otra persona. En este artículo tampoco viene muy a cuento la dichosa frasecita pero sí, Ramón ‘el Agujetas’.
Era Ramón, un picador valiente, y en los últimos años de su larga carrera se le notaba algo tarado debido, sin duda, a las numerosas caídas que había sufrido a lo largo de su vida. Recordemos que los caballos de picar, sin peto ni ninguna otra protección, prácticamente eran sacrificados en cada corrida. Tenía un hablar pausado y sentencioso y, además de su archifamosa frase, su tema favorito era el torero Manuel Granero.
Hablaba de él con sentimiento y muchas veces acababa llorando, decía que fue el torero de Valencia, un torero que no parecía torero y que además era un virtuoso del violín. “Tocaba una pequeña pieza antes de cada corrida, siempre la misma. Aquél día no tocó nada, estaba raro y apático últimamente. Ya saben todos lo que hizo aquél maldito Pocapena con él, ese cuerno hasta el cerebro. Algunos exagerados dicen que vieron asomar el asta por el otro lado de la cabeza. Hoy pueden ver ustedes la cogida representada en cualquier caseta de los horrores, de cualquier feria de pueblo” y aquí es donde lloraba ‘el Agujetas’. La última noticia que se tiene de él es de 1934, cuando se le ve llorando en una foto del ABC, en el entierro de Fausto Barajas, gran amigo suyo.
A Ramón ‘el Agujetas’ le habría gustado, sin duda, asistir a los actos de homenaje que la afición valenciana está tributando, a lo largo de este año, a su torero Manuel Granero, conmemorando el centenario de su nacimiento. Granero murió joven, apenas había cumplido veinte años, pero dejo un gran sabor de boca y esa desesperanza de pensar que podría haber sido una gran figura del toreo, el sucesor de Joselito, ni más ni menos.
Habrían disfrutado los valencianos de la conversación del picador cerrajero hablando de Granero, mientras repetía una y otra vez que era esclavo de sus palabras y dueño de sus silencios, viniese o no a cuento.
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